A veces tendemos a ver a los expatriados de una manera más o menos caricaturesca. Se ganan bien la vida, disfrutan de una calidad de vida envidiable. O, por otro lado, una imagen más humanista, un viajero en busca de significado. Alguien que quiere descubrir y comprender una nueva cultura. Sin embargo, olvidamos que, sobre todo, los expatriados aún están sujetos a las normas de sus países de acogida y que pueden ser deportados.